El año pasado reaparecieron graves crisis mundiales. La guerra en Ucrania, las catástrofes climáticas y el aumento del costo de la vida detuvieron la frágil recuperación posterior a la COVID-19 que se experimentó
en 2021. Los precios de los alimentos y la energía se dispararon hasta cotas históricas, con lo que la pobreza y la inseguridad alimentaria aumentaron hasta niveles alarmantes. El incremento de los tipos de interés agravó la carga de la deuda, lo que favoreció la fuga de capitales y la depreciación de las monedas en el Sur Global. Las catástrofes climáticas empeoraron, al tiempo que la escalada geopolítica seguía perturbando el sistema de comercio mundial.
Este mundo sumido en “crisis en cascada” exigía a la UNCTAD estar a la altura del desafío. En marzo de 2022, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, creó el Grupo de Respuesta Mundial a la
Crisis (GRMC) de la Alimentación, la Energía y las Finanzas para ayudar a afrontar los efectos de la guerra en Ucrania en el desarrollo mundial. La UNCTAD desempeñó una función esencial en el GRMC, coliderando la línea de trabajo relativa a las finanzas y coordinando su Equipo de Tareas. Como parte de esta iniciativa, y bajo el liderazgo del Secretario General de las Naciones Unidas, la UNCTAD se convirtió en uno de los principales negociadores de los dos acuerdos de Estambul firmados en julio de 2022: el Memorando de Entendimiento entre las Naciones Unidas y la Federación de Rusia, para facilitar el acceso sin trabas de sus exportaciones de
alimentos y fertilizantes a los mercados mundiales, y la Iniciativa del Mar Negro. Estos acuerdos han contribuido a reducir el costo de los alimentos y, a la vez, han estabilizado los mercados mundiales y los han mantenido abiertos.
Al mismo tiempo, los informes emblemáticos de la UNCTAD aportaron una claridad muy necesaria a las tendencias emergentes que afectaron al mundo el año pasado: desde las causas de la inflación relacionadas con la oferta hasta las implicaciones para el desarrollo de los acuerdos fiscales mundiales; desde las perturbaciones de la logística marítima hasta el fin de la dependencia de los productos básicos gracias a la Zona de Libre Comercio Continental Africana. Además, se avanzó en los mandatos establecidos en el Pacto de Bridgetown, como mejorar la coordinación entre divisiones y demostrar la utilidad de la UNCTAD en tiempos de crisis.
Como resultado de esos esfuerzos, nuestros Estados miembros han participado más activamente y con mayor implicación en la Junta de Comercio y Desarrollo.
Sin embargo, aún nos queda mucho camino por recorrer. El mundo sigue en crisis en un momento en que se pone en tela de juicio la estabilidad financiera mundial y en que la crisis del costo de la vida no remite. Las cuatro transformaciones previstas en el Pacto de Bridgetown son cada vez más apremiantes para aumentar la resiliencia, cerrar brechas y recuperar nuestra capacidad para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Nuestro desempeño este año sentará las bases para las celebraciones del 60º aniversario en 2024 y para el 16º período de sesiones de la Conferencia (XVI UNCTAD) en 2025.
Aunque es una misión de gran envergadura, no escatimaremos esfuerzos. Los tiempos están cambiando, pero nosotros también.
Rebeca Grynspan
Secretaria General de la UNCTAD
